17 de julio de 2010

3.- Nobles o macehuales


            "(...) sacaron del pueblo de Nochistlan algunos indios para poblar el pueblo llamado San Gaspar, cerca de Xalostotitlan y del origen de estos se fundaron cuatro pueblos que son Mitic, y este de San Juan que esta a la orilla de un rio y, Mezquitic y otros tres que hay en el beneficio(...)"

                      Fran Antonio Tello
                      Cronicas Miscelanea
                      de la santa Provincia
                      de Xalisco, 1636-1653







Según las leyes españolas los indios no deberían ser sometidos a servidumbre, ni privados de su libertad, ni de la posesión de sus bienes, sin embargo en la vida cotidiana y en el orden social estas no se aplicaron, por tal motivo, tanto los Señores naturales  llamados “Tlatoque”(1),[1] como sus antiguos súbditos, se fueron adaptando a las circunstancias de la época que les tocó vivir (Pérez-Rocha y Tena Rafael, La Nobleza indígena del Centro de México, 2000: 11).

Durante los primeros años de la conquista española Don Hernando Cortés, formulo en 1524 sus “Ordenanzas de buen gobierno”, en el que se reconoce que el control eficaz de las comunidades indígenas solo sería posible por medio de sus antiguos principales: en ellas se ordenaba a los españoles que si en los pueblos de su repartimiento hubiere señor o señores, y si no los hubiere, principales, tomaran de estas personas a sus hijos y los enviasen  a la ciudad o villa donde hubiera monasterio y los entregaran a los frailes para que fuesen instruidos en la santa fe católica, y si no hubiere monasterio, los dieran al cura, y si tampoco lo hubiese, se nombrara una persona para este efecto, y si así no lo hiciesen, perderían los indios de repartimiento que tuviesen (Pérez-Rocha, 2000: 15).

Años después, en el centro de México, los descendientes de los antiguos Señores se dieron a la lucha por obtener privilegios nobiliarios, mantener su pasado y recuperar el dominio sobre las tierras que habían pertenecido a sus antecesores, así como el tributo y el servicio personal de sus habitantes. Estas demandas de los principales se justificaban en “el ser nobles y descendientes de los Mayores Señores prehispánicos, el papel que desempeñaron durante la conquista, el ser cristianos y haberla transmitido a otros indígenas; el papel desempeñado en el gobierno indígena como caciques y gobernadores; y el ser muy pobres”. Sin embargo, estos indios principales fueron los mas aculturados, y poco a poco las diferencias con los demás indígenas fueron más evidentes, al grado de considerarse ellos mismos españoles, conforme avanzaba el periodo colonial (Pérez-Rocha, 2000:13,16,17,68).

Tras la conquista española, los llamados “Altepetl[2](2) conservaron su significado prehispánico de estado étnico en el que una organización de personas ejercía soberanía sobre un territorio. Por este motivo fueron los  llamados “principales”, quienes actuaban en los actos oficiales de los naturales congregados en los pueblos de la región alteña, pues generalmente estos eran descendientes de algún personaje noble o bien de los fundadores del pueblo. Para el gobierno local se conformaba un cabildo indígena integrado por un alcalde, un regidor, un alguacil encargado de ejecutar penas impuestas por el alcalde y un fiscal (Sullivan John, Ytechcopa timoteilhuia yn tobicario. Acusamos a nuestro vicario, Pleito entre los naturales de Jalostotitlán y su sacerdote, 1618, 2003:17; Gómez Mata Mario, Apuntes Históricos de Teocaltitán de Guadalupe Jalisco, 2007: 60).

En nuestra  Región de los Altos de Jalisco, es difícil hablar de una continuidad genealógica para las familias indígenas establecidas en ella. Sin embargo, existen algunas pistas que nos pueden brindar una luz, especialmente para la nobleza indígena, descendiente de los antiguos “Tlatoanis”(3),[3] que es el título de “Don” , al  considerarlos principales, pero al mismo tiempo estos fueron los primeros en perder sus posiciones, al no tener el reconocimiento de sus derechos sobre tierras, servicio y tributo, sufriendo nuestra nobleza indígena un proceso de macehualizacion(4)[4] (Pérez-Rocha, 2000: 68).

Gracias al análisis del antiguo documento, traducido y publicado por el Dr. John Sullivan, además de los padrones parroquiales elaborados al transcurrir los siglos XVII y XVIII, se desprende que solo unos cuantos indios contaban con apellidos y estos eran los mismos apellidos que caracterizaban a la población española, establecida también en la región, como: García, Guzmán, Hernández, Martín, Núñez, Sánchez, Vázquez, además de Ángel, Flores y Cruz. La pérdida de los libros sacramentales del siglo XVI y de la primera mitad del siglo XVII en la parroquia de Jalostotitlán, dificultan aun más la elaboración de estas secuencias genealógicas.

Afortunadamente en la Parroquia de Santa María de los Lagos, aún se resguardan legajos con registros parciales del siglo XVI y XVII. Además, para el territorio de la Alcaldía Mayor de los Lagos, se cuenta con excelentes investigaciones del Mtro. Don Rogelio López Espinosa y de los hermanos Don Carlos y Don Mario Gómez Mata, quienes consideran al pueblo de la Laguna, como el pueblo matriz, dada su mayor antigüedad y porque de él se desprendieron los pobladores de nuevos núcleos. Por tradición de los propios pobladores de La Laguna, se nombraba como antiguo principal de este pueblo a Sebastián Santiago, el “Chan[5] (5)  del Agua”. El Doctor Agustín Rivera y San Román, decía que este pueblo se había formado de indios chichimecas. Don Alfredo Hernández Terres, cita como indio principal y cabeza de este grupo a Juan de Santiago, a quien hace de ascendencia Tlaxcalteca (Gómez Mata Carlos, Lagos indio, 2002:71,72 y 77).(6) [6]


El investigador Mario Gómez Mata, encontró que también se asentaron en La Laguna indios Otomíes procedentes del centro del país. Por su parte el Licenciado Alfredo Moreno González, en su obra titulada “Santa María de los Lagos, menciona que los apellidos dominantes fueron: De Santiago, Nolasco, Facio, Reyes, Escobedo, Clemente, Ibarra, Rocha, Cano y Lara (Gómez Mata Mario, Relevo Patronal en Lagos, de San Sebastián a Nuestro Padre Jesús del Calvario, Religión y etnicidad, 2006: 72; Moreno González Alfredo, 1999:78).

Claro ejemplo del proceso de Macehualización, es el caso de los descendientes del Cacique Xahualot, antiguo Tlatoani Cazcán, quienes  adquirieron el apellido de Mendoza durante la conquista, precisamente del Virrey Don Antonio de Mendoza: (7)[7] 

Para la elaboración de  la Relación Geográfica del Pueblo de Teocaltiche, se congregaron en calidad de informantes a nueve naturales, entre los que destacan los Nietos del Antiguo Cacique Llamado Aquano; en el Capitulo Catorce, dichos testigos dijeron: que este pueblo y el de Nochiztlán, eran de un Indio que se llamó en lengua Caxcana Aquano, que según ellos significaba “Capitán Mayor de las Guerras,” [8] (8) por cuyo mandato y orden se hacían las guerras y se conquistaban las tierras; se le reconocía algún vasallaje por ser valiente y descendiente de  gente principal.  También se le recordaba por llegar a ser un hombre muy gordo.

Aquano o Aguano, según la  citada relación, tuvo dos hijos de los cuales uno murió durante la conquista y el otro se nombro Yecotl, que quiere decir Quemador,  a quien después de Bautizado se le nombró Don Martín; fue gobernador del Pueblo de Teocaltiche y lo mataron los indios Chichimecas en el camino de Zacatecas, donde dicen  Las Palmillas, yendo a dichas minas con Diego Delgadillo, cuando en Junio de 1561 acompañaron a algunas carretas que venían de la Ciudad de México. (El Dr. Don Thomas Hillerkuss, ha estado publicando diversos tomos de su   Diccionario Biográfico del Occidente Novohispano, en el que se encuentra cuantiosa información, sobre la gran mayoría de los primeros pobladores; T. II, 2001:19).

En 1584, vivían en el Pueblo de Teocaltiche, dos hijos de Martín Yecotl, a quienes se dice Don Baltasar de Mendoza que es gobernador y Don Pedro de Mendoza; también se cree que era hermano de los anteriores Don Diego de Mendoza, quien  al igual que ellos fungió como testigo (Acuña Rene. Relaciones geográficas del siglo XVI: Nueva Galicia, Relación del Pueblo de Teucaltiche, 1988:293-308).

El erudito Don Ignacio Dávila Garibi, menciona que los testigos que declararon en 1584 ante Hernando Gallegos, entre tantos datos confusos y aun contradictorios, dieron algunas noticias cuya exactitud puede comprobarse mediante otros documentos de la época. Al hablar del cacique de Teocaltiche, Aguano, dijeron que éste había muerto poco antes de que Nuño de Guzmán conquistara las tierras de los Cazcanos y que tal Aguano también era cacique de Nochiztlan,   cuyo sucesor,  a lo que parece, fue Petacatl. Dicho Nombre es propuesto por Dávila Garibi, quien el mismo señala que lo habían olvidado  los Testigo. (Dávila Garibi J. Ignacio, Bosquejo Histórico de Teocaltiche, 1945:122).

Respecto a este Petactl, Dávila señala que fue hermano de Tenamaxtli, y que fue Señor de Nocheztlán, con Jurisdicción en Teocaltech, a demás menciona los Nombres de Caciques de Pueblos circunvecinos durante la Guerra del Miztón; las jurisdicciones o cacicasgos que proporciona Dávila Garibi se contradicen con los datos publicados en 1996 por el Dr. Ernesto Juárez Frias en su libro Tenamaztle Héroe Nacional;  al hablar de Tenamaztle Menciona que: “Se tiene por cierto que fué hermano de Papalotl, Cacique de Nochiztlan”; sobre Petacatl, dice que fue Señor de Jalpa y que en Noviembre de 1541, abandonó a los sitiados en el Peñol de Nochiztlan; más tarde el mismo autor menciona que Tenamaztle y el Cacique de Nochiztlán “Don Francisco de Aguilar” como segundo Jefe, atacaron Guadalajara el 28 de Septiembre de 1541(Dávila, 145:121; Juárez Frías, 1996:40,54,55 y 35, en Referencia a Fray Antonio Tello).

Cierto es que el Cacicazgo de Teocaltitech, dependió de Nochiztlán; en tal virtud la Relación Geográfica del Pueblo de Nochiztlán, efectuada en 1584 aporta datos complementarios, pues los informantes dijeron, que dicho pueblo era de un indio Nombrado Panen, y tras de este vino otro que se llamó Xavalotl. (9)[9]   “Y este Xavalot, cuando entraron los españoles en esta tierra, se volvió Cristiano y se llamó Don Miguel, y de este procedió un Don Francisco Papalotl, que lo tenía como por allegado a su casa, y este quedó en su lugar. Y, muerto el dicho Don Francisco Papalotl, le sucedió un hijo suyo que se llamaba Don Pedro de Mendoza; y éste murió, y quedó un hijo suyo, y no gobierna”; al respecto Don René Acuña, puntualiza que el bautismo de los Caciques de Nochiztlán presumiblemente tuvo lugar a fines de 1531, durante el primer amago Misionero de los Religiosos de San Francisco en esa región. (10)[10]  Dicho cacique debió morir antes de 1540, por que según consta cuando el alzamiento de los indios de la Provincia, ya era cacique de los Cazcanes su sucesor Don Francisco (Acuña René, 1988:168-169), coincidiendo estos datos con los anteriormente expuestos.

Cuando se levanta la información del Pueblo de Teocaltiche el 30 de Diciembre de 1584, firman como testigos los Nietos de Aguano, bautizados con los nombres de Baltasar, Diego y Pedro de Mendoza, Hijos de Don Martín Yecotl quien fué Gobernador de Dicho Pueblo (Acuña René, 1988:295). Al respecto de estos personajes, Dávila Garibi dejó escrito que: “en los libros Parroquiales de Teocaltiche, hay barios Bautizados de Apellido Mendoza, posibles descendientes de Aguano” (Dávila Garibi, 1945:181-183).

Gracias a los Extractos de las Confirmaciones de Teocaltiche, realizados por nuestra gran amiga México-Estadounidense, la Genealogista Mary Lou Montagna, y publicados en el “Diario Genealogico de la Sociedad Hsipánica de Historia y Busqueda de Ancestros”,(11)[11] entre otros Mendoza se han ubicado confirmados a los Hijos de Don Baltasar de Mendoza e Isabel de la Cruz Navarro, siendo uno de ellos: Thomas, Hijo de Baltasar e Isabel, Padrino Miguel Juárez, confirmado el 6 Enero de 1654 (Montagna, 1994: Vol. I, 1995: Vol. II, y 1996:Vol III).

Respecto a Don Baltasar de Mendoza y su esposa Isabel de la Cruz Navarro, he podido localizar en la Parroquia de Teocaltiche, sus respectivas actas de Defunción:


Al Margen: Theocaltiche  Ysabel de la  Cruz Navaro Mestissa Casada.
En el Pueblo de Theocaltiche en 3 dias del mes de Diciembre de 1698, se enterro en esta Santa Iglesia Parroquial a Ysabel de la Cruz Nabarro, mujer de Don Baltasar de Mendoza Mestizos de este Pueblo. Recibió los Santos sacramentos. No testo.

Al Margen: Theocaltiche Don Baltasar de Mendoza Mestisso viudo de Ysabel de la Cruz  Nabarro.
En el Pueblo de Theocaltiche en 24 dias del mes de diciembre de 1698 años. Se enterró en esta Santa Iglesia Parroquial a Don Baltasar de Mendoza Mestisso viudo de Ysabel de la Cruz Nabarro. Recibió los Santos Sacramentos. Aunque testo nada dexo.

De esta familia, probablemente descendiente del Cacique Xahualot o Aguano, existe el matrimonio efectuado el 29 de Febrero de 1688 en Teocaltiche, de Don Thomas de Mendoza Mestizo, hijo de Don Baltasar de Mendoza e Ysabel de la Cruz; con María Sánchez, hija de padres no conocidos. Fueron sus Padrinos Juan de Aldrete y Francisca Ximenes su mujer; testigos Bernabé Morán y José de la Trinidad.

Finalmente el 1 de Febrero de 1750 Pablo Manuel de Mendoza, Mestizo, originario del Pueblo de Teocaltiche, hijo de Thomas de Mendoza Difunto, contrae matrimonio con Juana María Luxan India originaria del pueblo de Teocaltiche, hija de Andrés Quintero Luxan y de María de la Candelaria. La familia Mendoza Luxan emigró a la Jurisdicción de Aguascalientes y se establecieron en la Hacienda de San Miguel de los Alba, donde fueron testigos de los pleitos entre los pobladores de dicha Hacienda y las familias del Puesto del Sauz de los Macias, por la posesión de la Pequeña imagen de Nuestra Señora de la Encarnación.

No obstante de ser los Mendoza más antiguos de nuestra región, los de “Raigambre Prehispánica”.   En el actual territorio del Municipio de Encarnación, se estableció la familia del Capitán Francisco de Mendoza, quien fue vecino de la villa de Aguascalientes y esposo de Magdalena de Villalobos una de las hijas de Don Tomas de Villalobos y de Doña Catalina Macias Valadez.  Según datos localizados por la Genealogista Doña Mary Lou Montana, Don Francisco era sobrino del Capitán Pedro de Mendoza, originario de Salamanca, España. De acuerdo con lo  publicado por la Historiadora Doña  Beatriz Rojas, Don Pedro de Mendoza se estableció en la Villa de Aguascalientes y se desempeño como mercader (Beatriz Rojas, 1998: 237).

En correspondencia electrónica, titulada “sobre los Mendoza de Aguascalientes”, otra gran Investigadora México-Estadounidense, la Maestra Doña Connie Domínguez, me escribió el 26 de enero del 2003, diciendo entre otras cosa, que en los principios del siglo XVII, solamente había encontrado dos familias Mendoza:  La de Pedro de Mendoza y la de Bartolomé de Mendoza, quienes  muy probablemente fueron hermanos, casados con María y Mariana de Montoro, las hijas de Juan de Montoro y de Catalina de Ayala, principal fundador de la Villa de Aguascalientes.

La importancia del Capitán Don Francisco de Mendoza, radica en que dio su nombre al paraje denominado “Lo de Mendoza”,  pues acrecentó las tierras de su esposa, por medio de compras a los herederos de sus suegros Don Thomas de Villalobos y de Doña Catarina Macias-Valadez y Villegas, dueños de la llamada “Estancia de los Villalobos”: Una parte de las tierras registradas con el nombre de “Sitio de la Cieneguilla”, las adquirió el 21 de Octubre de 1686 por compra a su cuñado Don Miguel de Villalobos,(12)[12]  de estas, el 7 de Mayo de 1695 le vendió dos caballerías de tierra a Don Antonio de Cuellar y el 31 de enero de 1704, le vendió al Capitán Don Antonio de Acosta,  las tierras descritas como:

un sitio de ganado Mayor en la Jurisdicción de Teocaltiche en el río que llaman los Sauces, camino debajo de Michoacán, contiguo a otro mi sitio de los herederos de Thomas de Villalobos, el cual es mío propio y lo hube y compre de Doña Nicolasa Lomelín viuda de Don Cristóbal de Villalobos, y de Francisco Galván y de Doña Petronila de Villalobos su mujer (…) el cual linda por el oriente, norte y sur con tierras de dicho Antonio de Acosta y por el poniente con tierras del Bachiller Francisco Martín del Campo. Y con todas sus entradas y salidas, usos y costumbres, derechos y servidumbres, cuantas ha y tiene, y por derecho le deba pertenecer, y con la casa, ranchos, corrales y más que en el hubiere fabricado (…)  en precio y cuantía de quinientos pesos de oro común en reales.(13)[13]


El Capitán Don Antonio de Acosta, integrará la parte de Mendoza a su “Hacienda de los Magueyes”. El primero de abril de 1722, sus hijos Don Felix y Doña Juana de Acosta, mediante la permuta que hicieron con sus primos Cristóbal y Antonio de Cuellar y Macías-Valadez, como albaceas de su padre Don Antonio de Cuellar, adquirieron las caballerías de “La Cieneguita”, conjuntamente con otras tierras en “La Cañada de los Charcos”, mismas que Don Felix, dará en pago de deudas hereditarias a sus otros hermanos.(14)[14]

Por tal motivo Don Agustín y Don Luis de Acosta, el 6 de Diciembre de 1758 como parcioneros de Don Miguel de Villalobos, cedieron tres cuartos y cuatro caballerías de tierra para la fundación de la Villa de Nuestra Señora de la Encarnación, Sauz de los Macias (Quesada Cervantes Alfonso, Apuntes Históricos sobre la ciudad de Encarnación de Díaz, Jalisco, 1922:7; Topete del Valle Profr. Alejandro, “El Nacimiento de Encarnación de Díaz”, en Encarnación Rotario, No. 50, Agosto de 1977; Hernández Lugo Lic. Ezequiel, En la Alborada de Encarnación, 1979; Hernández Chávez Arq. Rodolfo H. “Análisis Urbano. Evolución histórica de la traza”, en tesis titulada: El Desarrollo de la arquitectura en la ciudad de Encarnación de Díaz, Jalisco, una aproximación a su conocimiento y salva guardia, 1993:373-380; Chávez Aranda C.P. José Humberto, Encarnación-Mito y Realidades, 2004:182).





Arquitecto Rodolfo H. Hernández Chávez
Cronista de Encarnación de Díaz, Jalisco.


[1] En singular, Tlatoani, significa “el que habla” y era el nombre que se le daba a los jefes indigenas que gobernaban tradicionalmente a las principales comunidades. La unidad dentro de este sitema era el colpulli o tlaxilacalli, que era un grupo de familias que vivían en una sola localidad.

[2] Era un termino que hacia referencia a un asentamiento cercano al agua y sobre una elevacion, entendiendose como el territorio de una entidad étnica  y territorial en la que se organizaron social y politicamente los pueblos indigenas mesoamericanos en el Posclásico (1200-1521).

[3] El Tlatoani, por lo general era el hijo o pariente del Tlatoani anterior.

[4] Transformarce en Macehual, que era el nombre que se le daba a la gente del pueblo, los vasallos, los peones o los jornaleros.

[5] Se traduce Chan como “casa” cuando indica el inmueble donde vive alguien o su hogar, y como “tierra” cuando se refiere al lugar de origen o de residencia de alguien (Sullivan John, 2003:20).

[6] Especial mención, merece el reciente libro de Don Mario, titulado “Bautismos, matrimonios y defunciones, en el primer siglo de Santa María de los Lagos”, 2010. El cual es una herramienta primordial, para quienes empleamos el Servicio de Búsqueda de Ancestros, del Departamento Genealógico de la Iglesia de Jesucristo de todos los Santos de los últimos días, en su Página web www.familysearch.org . Para quien busca a las antiguas  familias asentadas en el Valle de Teocaltiche, es obligatorio consultar el libro del Ing. José Luis Vázquez, titulado Genealogía de Nochistlán Antiguo Reino de la Nueva Galicia en el Siglo XVII Según sus Archivos Parroquiales, 2001. Las familias de ascendencia Hispana, son abordadas con excelente maestría por el Dr. Don Mariano González Leal, en los siete volúmenes de su Magna Obra de Retoños de España en la Nueva Galicia, la cual esperamos este ya a la venta en este año 2010; Otro libro de cabecera que no debe faltar en toda investigación genealógica es el libro de la genealogista Doña María de la Luz Montejano Hiltón, publicado en 1999 con el titulo de Sagrada Mitra de Guadalajara, Antiguo Obispado de la Nueva Galicia, Expedientes de la Serie de Matrimonios, Extractos siglos XVII-XVIII.

[7]  Con el fin de conocer el origen peninsular de la familia Mendoza, contacté vía electrónica a Don José L. G. de Paz, radicado en Madrid y Cronista de la Casa de Mendoza, quien tiene una excelente página Web con el nombre de “Mendoza, Poderosos Señores” en:
 www.unam.es/personal_pdi/ciencias/depaz/mendoza/sigoxv . Quien me indicó, que algunas familias Mendoza, tanto en España como en México, no son descendientes de esta casa, pues en muchos de los casos se adoptó el apellido, como en el caso de los indios, que lo adquirieron durante su bautismo cristiano. Fue así que aprovechando el periodo vacacional de invierno, en el año 2002,  me di a la tarea de escribir algo sobre “Los Mendoza de Teocaltiche”. Trabajo, que luego tuve el honor de presentar en la ciudad de Teocaltiche, gracias a la invitación del Maestro Jose de Jesus Hernandez, Director del Museo Comunitario “Hospital de Indos”.

[8]  En Náhuatl, Capitán se dice: Teyacana, por lo tanto no corresponde la palabra Aquano.

[9] Originalmente debió ser llamado en náhuatl Xahualotl y en cazcán Xahualot, derivado de Xahualli, que hace alusión a una planta de la cual los Indígenas obtenían una tinta negra para sus afeites, y por metonimia Xahualotl significaría “Afeite”, según nos indica René Acuña;  Por mi parte, creo que probablemente el Nombre Xahualot degeneró en Agualo o Aguano, como se le recordaba años después.

[10] Dándole nombre de Pila de Don Miguel quizás por el que tenía su encomendero, Miguel de Ibarra.

[11] Una copia fotostática, me fue proporcionada por el Genealogista Don Mariano González Leal,  pues él conserva la colección de este Diario en la Extensa Biblioteca de su Fundación Márquez de San Clemente. A quien agradezco enormemente la ayuda que me ha brindado durante todos estos años.

[12] Don Tomas de Villalobos, adquirió tierras en la Cañada de los Charcos, por compra que de ella hizo el 17 de Marzo de 1650 a Don Gaspar Macias-Valadez. Fue así, que como dueño de los Charcos, se le hizo merced el 20 de Marzo de 1653  de “La Cieneguita”, consistente en un sitio de ganado menor y ocho caballerías de tierra. Cuyas tierras realengas se encontraban al norte del Sitio del Sauz de los Macias y contigua a la propiedad conocida como “Rancho Viejo”, con sus doce ojos de Agua,  donde también tenía una propiedad Don Nicolás Macias Valadez y su esposa Doña Luisa de Villegas, padres de Doña Catharina Macias-Valadez y Villegas, la esposa de Don Tomas de Villalobos.

[13] AHEA, Archivo Histórico del Estado de Aguascalientes, Ramo Protocolos Notariales.

[14] AHEA, Ramo Protocolos Notariales.

10 de julio de 2010

2. Rio de Los Sauces



"(...) las aguas no son muchas,
las cuales dicen se secan y faltan las secas
menos el año que es abundante de aguas (...)"




Instrumentos de la hacienda 
de San Miguel de los Alba, 1751







La Región de Los Altos, se agrupa dentro de la Región Hidrológica No. 12 “RH12”, donde queda comprendida la Cuenca Verde-Grande, que es una de las más importantes del estado de Jalisco, integrada por 20 municipios. El 80% de la superficie del territorio Alteño, está cubierto por la subcuenca del Rio Verde, ubicándose el municipio de Encarnación sobre su margen Izquierda.[1]

La corriente principal de nuestro municipio es un río que nace al noroeste, por la región de Pinos, Zacatecas. Durante el virreinato era conocido como “Rio de los Sauces”, pero en épocas recientes ha tomado diversos nombres, siendo uno de ellos el de Rio Encarnación, nombre que recibe al atravesar el municipio y ciudad. El caudal de este río, ya muy al poniente, se une al “Rio Santa María/Agostadero”, y con el nombre de Rio Chico, en el paraje llamado las juntas, se une al “Río Verde”, hasta confluir en la Barranca de Huentitán con el “Rio Grande de Santiago” y desembocar en el Océano Pacífico (Análisis Geoeconómico, 1979:20; Hernández Lugo, 1984: 2; Los Municipios de Jalisco, 1988: 273; Hernández Chávez, 2000:25 y 26).


El análisis de las primeras mercedes o repartos de tierra a los conquistadores y los registros sacramentales que se resguardan en las antiguas Notarias Parroquiales de la Región, nos permiten afirmar que por un determinado tiempo el Rio de la Mololoa, llamado por los Españoles “Rio de Santa María”, y parte de la Sierra del Tequán, sirvieron como uno de los límites naturales, primero entre la parroquia de Teocaltiche erigida en 1550, de indios Caxcanes y la parroquia de Jalostotitlán, segregada en 1572 para atender a los indios Tecuexes;[2] luego entre la parroquia de Jalostotitlán y la parroquia de la Villa Española de Santa María de los Lagos, para servir en el siglo XVIII de límite entre las recién creadas parroquias de San Juan en 1769 y la de Nuestra Señora de la Encarnación en 1778.

En tiempos prehispánicos, el Rio Grande, era llamado Chiconahuapan, el río de las nueve corrientes que habían de atravesar los muertos, guiados por sus perros, para llegar al Mictlán, su morada final. Constituyéndose en la parte nuclear del Occidente de México; región que se distingue del resto de Mesoamérica por estar conformada por una amplia variedad de influencias culturales.[3]


La ubicación de las tierras del actual Municipio de Encarnación, permitió la creación de rutas migratorias como zona de paso; la diversidad de nichos ecológicos a su vez, en su momento, facilitaron los asentamientos humanos, en especial alrededor del período entre el 150 al S. XVI d C. Según los estudios arqueológicos efectuados entre los años de 1969 y 1974 por la Arqueóloga Betty Bell, los pobladores prehispánicos más antiguos de la región de los Altos, son los que se han localizado en los Valles de Teocaltiche, en torno al llamado Cerro Encantado,[4] habitado entre los años 100 y 250 después de Cristo. Determinándose así una encrucijada de caminos, en la que se recibía varias corrientes de influencia mesoamericana (De Anda Sánchez Nicolás, Historia de Teocaltiche pueblo de la Región Caxcana, S/F:11y 12).


Al poniente del municipio, en la Meseta del Tule,[5] cercana al manantial del Montecillo, se encuentran vestigios de terrazas habitacionales y cimentaciones de recintos elaborados con piedra y lodo; este asentamiento parece estar ligado con la cultura del perímetro de Teocaltiche, ocupado por Tecuexes y después por Cazcanes, conservando así, similitud con los vestigios del Cerro del Tuiche o Peñol de Nochiztlán en Zacatecas. Al pie de la Meseta del Tule, nace un manantial de aguas termales, cuyas tierras fueron mercedadas el 15 de enero de 1567 a Juan Morales: “a la parte que se nombra atotonilco, enfrente de un cerro que llaman Tepetitlán” [6] (Hernández Chávez Rodolfo H., El Desarrollo de la arquitectura en la ciudad de Encarnación de Díaz, Jalisco: una aproximación a su conocimiento y salva guardia, 1993:271-274; La Alfarería de Encarnación, Supervivencia Tipológica en el norte de la Meseta Alteña, copia mecanoescrita, 1996:s/p; 2000:38 y 87; El Señor de la Misericordia de Encarnación, un histórico panteón y el ancestral ritual de la muerte, 2008:44 y 45).


Por su parte el equipo del arqueólogo Antonio Porcayo Michelini demostró que en los Altos de Jalisco existió una frontera de contención contra el avance de las tribus Toltecas de occidente asentadas en la zona oriental del Valle de Lagos y al pie de la Sierra de Comanja, donde encontró testimonios de la fuerte influencia de la cultura Teotihuacana. Prueba de ello son los centros habitacionales y ceremoniales Tecuexes, construidos en las cimas de los cerros a manera de fortaleza en Jalostotitlán, Cuautla y Teocaltitlán su ciudad sagrada (Para entender el pasado de los municipios segregados de la Jurisdicción Laguense, son una consulta obligada las diversas obras e investigaciones de los hermanos Gómez Mata; entre ellas la de Gómez Mata Carlos, Lagos indio, 206:26,27; y la de Gómez Mata Mario, Apuntes Históricos de Teocaltitán de Guadalupe Jalisco, 2007:12 y 17).

Hacia el año 1,028 d.c. los asentamientos de la zona de los Altos desaparecieron a raíz de una intensa sequía que azotó inmisericordiosamente toda la región, provocando guerras, destrucción y abandono hasta que en el siglo XV aparece la presencia de una gran oleada de nuevos grupos nómadas y semisedentarios, procedentes del norte, llamados genéricamente Chichimecas, quienes ocasionaron el repliegue de los grupos sedentarios (Porcayo Michelini Antonio, Testimonio de una Colonización Efímera, Historia Pprechichimeca de Lagos de Moreno, Jalisco, 2002:53; INAH/CFE, “Presencia de Grupos Nómadas y Seminómadas en la Porción Norte de los Altos de Jalisco”, Revista del Seminario de Historia Mexicana Vol. V, “Jalisco, Arqueología e Historia”, Numero especial 2004:13).

En el oriente del municipio, en los límites con Lagos de Moreno se encuentra la sierra llamada anteriormente “Sierra del Tecuán”,[7] que corre de norte a sur, donde se han encontrado vestigios de asentamientos prehispánicos en: Tepozán de Miranda, donde se ubican ruinosas hiladas de piedras,[8] que marcaron cimientos y el arranque de muros para chozas de materiales perecederos, correspondientes a los divisaderos de pueblos cazadores y recolectores, semisedentarios, llamados Chichimecas; construcciones similares, restos de cerámica, instrumentos para la molienda y hachas de piedra se han localizado en terrenos de la Hacienda de Santa Bárbara, y de la Hacienda de Mariquita, además en esta última existe una zona de petroglifos[9] prehispánicos en el arroyo de “Mololoa[10]” , contigua al “Cerro del Chiringuato[11]”, y a la llamada “Loma de los Tochos[12]” (Hernández Chávez Rodolfo H., 1996:s/p; 2000:38 y 87; 2008:45 y 46).

Esta zona, ha sido estudiada meticulosamente por el Arqueólogo Antonio Porcayo Michelini, para quien, los sitios en mestas o en lugares inaccesibles y defensivos corresponden al momento del contacto español, pues después de la llegada de estos no pasó más de un siglo en que dejaran de vivir a su antigua manera (INAH/CFE, 2004: 17 y 18).

También observó que tanto Guachichiles[13] como Zacatecos[14] se asientan casi simultáneamente en ruinas y montículos prehispánicos de grupos sedentarios pertenecientes a los antiguos alteños, y arqueológicamente no se pueden establecer las diferencias entre Guachichiles y Zacatecos, pues al parecer es un mismo grupo que se dividió en grandes tribus, independientemente de lo que mencionan las fuentes históricas.

Según las crónicas y documentación elaborada en el siglo XVI, entre los grupos de Chichimecas que habitaron la región, se encuentran los Zacatecos, que fijaron su posición en el actual estado de Zacatecas; los Cazcanes[15] o rústicos mexicanos, quienes arrebataron a los Tecuexes los pueblos del Teul, Tlaltenango, Nochiztlan y Teocaltiche; y los Cuachichiles, que ocuparon la zona despoblada de los Valles de Lagos, Aguascalientes y San Luis Potosí (Gómez Mata Mario, 2007: 27 y 28. Para saber más de estos pueblos históricos recomendamos el libro del Dr. en Historia Don José Antonio Gutiérrez Gutiérrez, titulado: Los Altos de Jalisco, 1991: 55- 99).

Los llanos desérticos del norte del municipio en los límites con el estado de Aguascalientes, conocidos como “Chichimequillas”, fueron ocupados por nómadas que subsistían gracias a la caza y la recolección. Fungiendo la parte central de Encarnación como un corredor de acceso natural para las incursiones de los Zacatecos, quienes dejaron diseminadas herramientas líticas y puntas de flecha de pedernal[16] por todo el territorio (Hernández Chávez Rodolfo H., 1996:s/p; 2000:38 y 87).

En el momento de la conquista española, el Rio Verde era la división natural entre la Teul Caxcana, al poniente y los Teules Chichimecas, al oriente. [17] Territorio que fue nombrado por los conquistadores como Los Llanos, y que sirvió para alimentar a los animales procedentes de la Nueva España por su abundancia de pastos. Tras el descubrimiento en 1546 de las ricas minas en los Zacatecas, en 1549 se abrieron nuevos caminos entre Zacatecas y la rica zona agrícola de Michoacán como abasto de ganado de esas tierras, creando los Oidores de la Nueva Galicia, la Alcaldía Mayor de los Pueblos Llanos; en 1550 fray Sebastián de Aparicio, inicio la construcción del gran camino carretero México-Zacatecas, ambas rutas por tierras chichimecas, invadieron el ancestral territorio de caza y recolección de los indómitos Cuachichiles quienes se replegaban hacia inhóspitos parajes, con la finalidad de asaltar y asesinar sorpresivamente a los colonizadores, causando además muchos daños en las estancias que los españoles poseían. (La población y la propiedad de la tierra en la región de los altos durante el periodo Virreinal, son abordados magistralmente por la Doctora Celina G. Becerra Jiménez, en su obra Gobierno, justicia e instituciones en la Nueva Gálica, La alcaldía Mayor de Santa María de los Lagos 1563-1750, 2008:60 y 63; Robert Ricard, La Conquista espiritual de México, 1994:239; Powell Philip Wayne, La Guerra Chichimeca, 1550-1600, 1977:32 y 33; Hernández Chávez Rodolfo H., “Origen de la ganadería y la formación de las haciendas y los ranchos en la comarca de Encarnación”, en 50 años Asociación Ganadera Local de Encarnación de Díaz, Jal. 1959-2009, 2009:7).

En comunicación personal con el arqueólogo Antonio Porcayo Michelini el 26 de marzo del 2003, me comentó haber encontrado en la Sierra del Tecuán, en tierras del municipio de Encarnación, áreas de concentración de instrumentos líticos, en lugares que sirvieron para el destazamiento de animales como las mulas, que los Guachichiles seguramente robaron a los españoles (Porcayo, 2004:15).

En 1561 los naturales rebeldes inician una nueva revuelta con la finalidad de cortar los suministros entre los centros mineros y las zonas agrícolas de abasto. Ese mismo año Don Hernando Martel, fue asignado Alcalde Mayor de Los Llanos y Juez de Comisión, por lo cual la Audiencia de la Nueva Galicia le mandó fundar una Villa con el nombre de Santa María de los Lagos,[18] en el punto llamado Pechititán[19] en el camino de Michoacán a Zacatecas. Dicha fundación se efectuó el 31 de Marzo de 1563, en el lugar más peligroso de los Lagos, para brindar abrigo y protección a los viajeros (Becerra Jiménez, 2008:225; Gómez Mata Mario, La Alcaldía Mayor de Lagos, Conquista y Colonización de Pechititán, 1999:45-49 y 85).

La obra pacificadora de Martel, se extendió a la captura o extermino de los indios rebeldes, según el testimonio de Melchior Hernández vecino de Lagos, quien relató:

Ha conocido al dicho Hernando Martel al cual ha visto vivir e residir en este reino de la Nueva Galicia y en este tiempo le ha visto residir e servir a su Majestad con su armas caballos e criados e otros compañeros a su costa e misión especial en ir en seguimiento de indios chichimecas salteadores en el valle de Teocaltiche e comarca de la villa de los Lagos e comarca del cerro Gordo y del Peñol Tecuán e Comanja e sus comarcas (UNED, Juicio de residencia de Hernando Martel. Fundador de Lagos, 1990:7 y 8).

Los indios al ser capturados fueron repartidos entre los encomenderos españoles, congregados en pueblos y obligados a pagar tributos, motivo por el cual, la necesidad de tener dinero para el pago de tributos, los hizo vender su fuerza de trabajo, alquilándose a cambio de un jornal y de los medios de subsistencia, por lo que se les llamo “Indios Naboríos” y trabajaban de forma permanente en estancias y haciendas agroganaderas. A cambio de liberarse del tributo, se ataron a las haciendas mediante la obligación de residencia, creciendo así el número de peones acasillados, quienes eran indios procedentes de Teocaltiche, Mitic, San Gaspar y Jalostotitlán, que al desligarse de su entorno indígena perdían toda fuerza ante la Ley (Gutiérrez José Antonio, Aguascalientes y Los Altos, Historia Compartida, “El Mercado laboral en el Siglo XVII en los Altos”, 1997:19,21 y 24).

En la jurisdicción de Lagos, a la que pertenecieron las tierras de Encarnación, se estableció un grupo de españoles que decidieron aprovechar los extensos espacios disponibles para poblarlos con manadas y rebaños, dando origen a los “modestos criadores de ganados”, quienes lograron permanecer en la región e influir en la economía local (Becerra Jiménez, 2008: 9).

La Oligarquía de Encarnación de Díaz, o grupo dominante integrado por una minoría, surge del círculo oligárquico que se consolidó en toda la Región de los Altos mediante las alianzas matrimoniales de las familias de colonos asentadas en las parroquias de Teocaltiche, Jalostotitlán, Lagos, Aguascalientes y San Juan, quienes lograron imponer el tipo de relaciones sociales que caracterizan a toda la región. En su estudio Regional Novohispano, titulado Guadalajara Ganadera, Don Ramón María Serrara menciona que a la hora de conservar las propiedades, fue sumamente eficaz el sistema cerrado de emparentamiento entre las distintas ramas de la dinastía permitiendo mantener un régimen casi clánico de intereses entre sus miembros, pues los descendientes de los primeros capitanes de la conquista, fueron los propietarios de las mejores haciendas productoras de ganado mayor y detentaban el control de la mayor parte de las exportaciones de vacuno en la región (Olveda Jaime, La oligarquía de Guadalajara, 1991:13; Serrara Ramón María, Guadalajara Ganadera, Estudio regional Novohispano, 1760-1805, 1991:127; Hernández Chávez Rodolfo H., 2009:9 y 10. Las genealogías de los conquistadores y pobladores de la Región de los Altos, se pueden consultar en la Magna Obra del Dr. Don Mariano González Leal, titulada Retoños de España en la Nueva Galicia, quien ha sido para mí un verdadero maestro al guiar mis pasos por el apasionante mundo de la genealogía).

Así comenzaron aparecer pequeñas rancherías en los espacios geográficos conocidos como: “Las Cañadas de los Charcos” y en “los Mezquitalejos”, pertenecientes al Pueblo de Teocaltiche; el “Rio de los Sauces”, “El Rio de Santa María”, “El Rio de la Mololoa” y la “Sierra de el Tequan”, pertenecientes a la Villa de Santa María de los Lagos; y “Las Peñuelas”, pertenecientes a la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes (Hernández Chávez Rodolfo H., “Origen de la ganadería y la formación de las haciendas y los ranchos en la comarca de Encarnación”, en 50 años Asociación ganadera Local de Encarnación de Díaz, Jal. 1959-2009, 2009:8; Para conocer más sobre la evolución del territorio del Municipio de Encarnación, recomiendo consultar mi obra titulada Conquista y colonización en el Rio de los Sauces, que está en proceso de publicación).

Fue el propio Don Hernando Martel, como Alcalde Mayor, quien el 23 de octubre de 1564 otorgó conjuntamente con la Estancia de Mariquita la merced de tierras “en un arroyo pedregoso que baja al pie del Cerro de los Gallos”,[20] lugar en el que se fundó “San Nicolás de la Estanzuela”, la cual paso a ser propiedad de Don Alonso Macías Valadez, quien participó en la fundación de Los Lagos como testigo y había sido nombrado el 25 de julio de 1563 como Regidor de la Naciente Villa (Gómez Mata Mario, 1999:47 y 49).

Como fundador y poblador de Lagos, a Don Alonso Macías se le debió de beneficiar con un solar para casa, una huerta, una caballería de tierra y una estancia para ganado menor. Al respecto el 21 de Enero de 1669 se otorgó “Un titulo y Merced de un sitio de Ganado Mayor y una caballería de tierra, librada por los oidores y alcaldes a favor de Alonso Macias Valadez, vecino de la Villa de Lagos”. En esa misma fecha se le hizo merced de “un sitio para ganado mayor en la vertiente del Peñol Tequane en el Río de los Sauces y 4 caballerías de tierra por encima de la estancia del Tequan, yendo asía el Peñol Tequan, donde hay una cieneguilla”.[21] El Sitio de Ganado Mayor, será conocido con el nombre de “Los Sauces”, y con el tiempo llegará a transformarse en la principal Hacienda del Municipio de Encarnación (Hernández Chávez Rodolfo H., 2009:8).

Por su diversidad sociorracial la Doctora Celina Becerra, considera a la Hacienda de Mariquita, representativa de las labores y estancias Laguenses en el siglo XVII. Observando que en el siglo XVIII, para el año de 1730 empieza a destacarse “Los Sauces”, junto con otros asentamientos pluriétnicos con mayor número de habitantes, donde la población mestiza aumentó de manera sostenida, desapareciendo el predominio de la población indígena al cambiar el siglo XVII, dando paso a una mayor presencia mulata y, en menor escala, mestiza (Becerra Jiménez, 2008:124, 129, 130).

También la Real Audiencia de la Nueva Galicia, el 9 de Octubre de 1567 le hizo Merced a Don Alonso de “un sitio de Venta en el Río que llaman de los Sauces, a cuatro leguas de la Villa de Lagos, además de un sitio de estancia para ganado mayor en la vertiente del Peñol del Tecuán, en el dicho Río de los Sauces”.[22] El sitio de venta se convirtió en el centro de la comarca del “Río de los Sauces”, conocido como El Sauz Grande o Sauz de los Macías, lugar donde se ubica la actual ciudad de Encarnación. Don Alonso Macías Valadez y su esposa Doña María Vázquez de Retamosa, tuvieron una numerosa familia, misma que por enlaces matrimoniales con otras familias de colonizadores, dio origen a nuevos ranchos que fueron segregados de las tierras en la comarca del Río de los Sauces, como El Rio de Macías, El Rio de Pedrosas, el Rio de los Lomelínes, Santa Anna de los Sauces, San Antonio de los Sauces, San Lorenzo de los Sauces, La Hacienda de los Sauces o San Juan de los Sauces, Los Sauces de Doña maría o Hacienda de Mariquita, Los Sauces, Los Saucitos, El Saucillo, El Sauz de Santa Ynés, El Sauz de los Cuellar y El Huejote, siendo este ultimo un nombre prehispánico para asignar a una variedad de Sauz y sus tierras formaban parte del llamado Rancho Viejo (Hernández Chávez Rodolfo H., 2009:9).

Arquitecto Rodolfo H. Hernández Chávez
Cronista de Encarnación de Díaz, Jalisco.
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[1] González López Mónica, “El medio natural de La Región de Los Altos de Jalisco”, publicado por el COJAL en Estudios Jaliscienses, No. 3, Febrero de 1991:16; CEAS, Sistema de información del Agua, Gobierno del estado de Jalisco, citando en el Plan Municipal, 2007.

[2] Además de la información publicada por el Dr José Antonio Gutiérrez, Jalostotitlán a través de los siglos, Vol. 1, 2001:120 y 125; el Acta de Erección de la Parroquia de San Juan, que me fue proporcionada una copia por nuestro amigo y colaborador para la publicación de mis libros, el Lic. Don José de Jesús Martín Flores, acucioso investigador de San Juan de los Lagos; Siendo de gran importancia el acta de erección de la Parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación, localizada y publicada por el Maestro Don Ezequiel Hernández Lugo en 1978, a quien nuestra población le estará agradecida por sus investigaciones y publicaciones, desde su arribo en 1965.

[3] Shöndube B. Otto, “Un vasto territorio y múltiples culturas, El Occidente de México”, en Revista Arqueología Mexicana, agosto-septiembre, Vol. II, No. 9, 1994:18.

[4] Las tierras de dicho asentamiento, con la llegada de los colonizadores españoles fueron integradas en la Hacienda de San Nicolás del Tequesquite, antigua propiedad de la familia Martín del Campo. Una fracción del Tequesquite corresponde a la jurisdicción del municipio de Encarnación.

[5] Agradezco enormemente, a Don Baudelio Rodríguez el haberme mostrado estos recónditos asentamientos, para la elaboración de mi tesis profesional en 1993, quien durante décadas recorrió midiendo nuestro municipio acompañando al Ingeniero Don Reinaldo Cervantes; y al equipo de arqueólogas del INAH en Jalisco, que atendió nuestras suplicas, registrando los sitios arqueológicos y tomando muestras del material superficial.

[6] AHJ. Archivo Histórico del Estado de Jalisco, Instrumentos Públicos, Ramo Tierras y Aguas, “Instrumentos de la Hacienda de los Charcos y Atotonilquillo”. Fue la Doctora en Historia, Doña Agueda Jiménez Pelayo quien con su libro Haciendas y comunidades indígenas en el sur de Zacatecas, Sociedad y economía y economía colonial, 1600-1820, de 1989, impulsó por primera vez nuestras investigaciones en tan maravilloso acervo en búsqueda de los orígenes del territorio de Encarnación, a ella nuestro eterno agradecimiento.

[7] Palabra derivada del Náhuatl “Tecuani”, que significa “El que devora”, y que fue empleada para asignar a las bestias o fieras, como el puma o león de montaña, el lobo o el coyote, animales que solían tener su hábitat en esta serranía, donde se yerguen principalmente, el “Cerro de la Leona” y “El Peñol del Tecuán”.

[8] Conocidos como “corrales”, cimentados superficialmente y ubicados en la parte superior de las mesetas, con escaso material arqueológico, siendo evidente el carácter defensivo que buscan sus pobladores (Porcayo 2004: 14).

[9] Estos son conocidos popularmente como “los fierros”, y están asociados al arroyo que es perenne, donde se utilizaban en algún tipo de fertilidad íntimamente asociado al agua. Los Petrograbados son una de las manifestaciones más importantes, pues hacen evidente el grado de complejidad religiosa que tenían estos grupos (Porcayo, 2004:15).

[10] Es una voz hibrida Cahita-náhuatl, que significa lugar donde hay agua estancada, haciendo a lución a las charcas que se forman entre los peñascos (http://sinaloaconcordiaa.galeon.com/sind.html).

[11] Don Javier González Romo, uno de los dueños del Potrero del Chiringuato, me comentó que en dicho cerro existen unas cuevas, que por tradición familiar, sabe que fueron habitadas por los “Indios Chiringuaguas”, pero se desconoce cuál es el significado de Chiringuato (Consulta personal en 2010).

[12] Según las tradiciones recogidas por los antiguos cronistas, en el siglo IX, salieron de un lugar llamado Aztlán, quienes dieron origen a la raza Tolteca y tiempo después, en el siglo XII, procedentes del mismo rumbo, los naturales que conquistaron el Teul, Nochistlán y Teocaltiche, distinguiéndose estos de los anteriores como Rústicos Mexicanos o “Tochos”, palabra que quizá provenga del latín vulgar tuscülus, diminutivo de tuscus, que significa grosero, siendo empleado como adjetivo de tosco o inculto.

[13] A la llegada de los españoles, en 1530 este territorio era ocupado por etnias de cazadores recolectores, llamados “Cuachichiles”, del náhuatl “quaitl” cabeza y “Chichiltic” cosa colorada, por la costumbre que tenían estos guerreros de teñirse el pelo de rojo; según las descripciones de la época, estos naturales solían tatuarse: “con una raya desde el pelo de la frente hasta el labio de debajo de la nariz y dos arpones que ascienden de las sienes hasta los ojos y dos lunares en las dos sienes…tres rayas en la barba” (Según datos localizados por Mario Gómez Mata, Director del Archivo de Lagos de Moreno y publicados en La Alcaldía Mayor de Lagos, conquista y colonización de Pechititán, pp.10 y 11).

[14] Nombrados así por habitar las llanuras abundantes en pastos o Zacates.

[15] Según la versión registrada en 1584, Caxcan quiere decir en castellano: “No Hay”, pues este nombre les quedo a dichos naturales cuando los españoles que conquistaron la provincia les pedían de comer, u otras cosas, ellos les contestaban en su lengua: Caxcane. Y usando tanto de este nombre, los españoles se lo dieron a esta provincia. Por su parte Rene Acuña cree que de acuerdo con el náhuatl, la respuesta original de los naturales debió ser “Maca axcan”, que significa “No hay ahora” (Acuña, 1988:300).

[16] Se trata por lo general de puntas de proyectil erradas, disparadas contra animales o humanos, que se encuentran solas y sin asociación alguna a otros materiales. Es importante mencionar que la forma, es muy distinta a las de los sedentarios, pues son ojivales, mientras que las de los “antiguos alteños” son triangulares (Porcayo, 2004:15).

[17] ARGENA, Archivo General de la Nación, “Plano iconográfico del Reyno de Michoacan, y Estados de el Gran Caltzontzín (…)”; Para algunos especialistas de las familias lingüísticas de México, Teúl deriva de Teotl, que significa Dios, y es un adjetivo que califica a los Chichimecas como sagrados, venerados, respetables. Según otros Tetl significa gran piedra redonda, empleada para asignar así a los peñoles sagrados de los Caxcanes y Cchichimecas.

[18] La importancia de Santa María de los Lagos radica en haber sido fundada como república de españoles con el privilegio, inherente a tal calidad, de contar con un cabildo que se hiciera cargo de dotar a la villa de regimiento y ordenanzas necesarias para asegurar la paz y la prosperidad, y de elegir anualmente entre los vecinos a las personas idóneas para la administración de justicia siguiendo los preceptos de la tradición jurídica castellana que pasaron a las Indias. (Becerra Jiménez, 2008: 11 y 12).

[19] Se traduce como lugar entre o junto a los Chichimecas o “perros salvajes”, pues los Chichimecas se convirtieron para los estancieros españoles en un enemigo invisible, la sorpresa y la emboscada eran su arma más efectiva (Gómez Mata Carlos, Lagos indio, U. de G., 206:37; Gutiérrez Gutiérrez, José Antonio, “Los Altos de Jalisco”, CONACULTA 1991:88,93).

[20] AHJ. Archivo Histórico del Estado de Jalisco, Instrumentos Públicos, Ramo Tierras y Aguas, “Instrumentos de San Nicolás de la Estanzuela”.

[21] AHJ. Archivo Histórico del Estado de Jalisco, Instrumentos Públicos, Ramo Tierras y Aguas, “Instrumentos de San Antonio de los Sauces”.

[22] AHJ. Archivo Histórico del Estado de Jalisco, Instrumentos Públicos, Ramo Tierras y Aguas, “Instrumentos del Mayorazgo de Ciénega de Mata”.

6 de julio de 2010

1.- Aromas, colores y sabores




“Hay disciplinas en las que todo hijo de vecino
puede meter su cuchara; una de esas es la historia”.


Luis González y González





A partir de 1968 Don Luis González y González, historiador de El Colegio Nacional y en particular de la cultura ranchera y pueblerina. Como consecuencia de la necesaria descentralización mexicana, vio la necesidad de que cada entidad debía cobrar mayor fortaleza, mayor conciencia de su identidad y que a la vez pudiera aportar al concierto nacional toda la riqueza de su particularidad.


Así, ante la tendencia globalizadora, que amenaza nuestra Identidad Nacional, se dio impulso a la figura de los Cronistas Municipales con el fin de registrar los actos trascendentes de la sociedad y sus instituciones, conservando la memoria de lo acontecido, a efecto de fortalecer la identidad y elevar el conocimiento de nuestra historia.

En la década de l990, el Lic. Pedro Vargas Avalos, Presidente del Instituto del Federalismo, fue el promotor de que en el Estado de Jalisco, cada municipio contara con su cronista, seleccionándolos por su desempeño en la comunidad, pero sobre todo por el amor a esta tierra. Así nos nombró “Cronistas Oficiales” a: Licenciados, Arquitectos, Doctores, Veterinarios, Maestros, Oficinistas, etc. y en muy raras ocasiones a Profesionistas de la Historia.

Sin embargo por nuestra labor, que en la mayoría de los casos no es remunerada económicamente, somos catalogados los cronistas en ocasiones como “Locos del Pueblo”, por muchos de nuestros paisanos que están en contra de que rescatemos las viejas casonas, las tradiciones, las leyendas ó el pasado de nuestro pueblo, pues según ellos “eso es de Locos que se oponen al progreso”.


Ser Cronista, no es un trabajo, para la mayoría no es la profesión que estudiamos, pero es una de nuestras pasiones, pues no dependemos de ella para subsistir. Aunque el nombramiento de cronista nos abre las puertas de un mundo maravilloso, luego comprendemos que con o sin nombramiento, “siempre dedicaremos nuestro tiempo libre para hacer lo que nos gusta”. Como dicen en mi pueblo: ¡Perro que traga huevo, aunque le quiebren el hocico!,

A partir de 1993, fecha en que inicié mi labor como Cronista, he visto como algunos compañeros, se aferran egoístamente a sus colecciones, investigaciones e información, defendiendo lo que tanto dinero, tiempo y esfuerzo les ha costado, y se niegan a brindar la información solicitada por el gobierno, los estudiantes del pueblo o un moderno investigador; pues toda su vida están en espera de publicar sus propios libros y la muerte los sorprende sin haber dado a conocer su información, sin dejar un discípulo que continúe su labor.


También he conocido como Cronistas desprendidos, fueron despojados de la autoría de sus investigaciones, pues para algunos Profesionistas de las Ciencias Sociales les da vergüenza citar como fuente al “Aficionado Cronista Municipal”. Aunque en las últimas décadas los Gobiernos federales y estatales han utilizado el internet para difundir las monografías creadas en parte por los cronistas. Todos los esfuerzos de las instituciones oficiales, no han podido impedir que cambien o desaparezcan las tradiciones que formaron parte de la identidad mexicana del siglo XX.


Encarnación de Díaz, es una comunidad viva y sin darnos cuenta se nos escapa de las manos todo aquello que nos diferenciaba de otras ciudades: la frescura de las huertas con sus flores, frutas y tradicionales lechugas orejonas; la Paletería Tepeyac y sus exquisitos helados preparados por las Señoritas Carito y Cuquita Villalobos Mayagoitia con recetas que aun después de su muerte son “secreto de familia”; o las Esculturas en Cedro de la Plaza, elaboradas con esmero por Don José Ortiz Robles y que por décadas fueron nuestra tarjeta de presentación.


Estas y otras cosas que formaron parte de nuestra vida cotidiana han ido desapareciendo para nunca más volver, otras aún están ahí, pero no son las mismas: las Ollas de Barro y sus complicados ramos y caracoles pintados; los Manteles Bordados con hilos de seda o de algodón; el Pan Casero con su característico olor a natas o a levadura reposada durante horas. Hoy en día, no hay tiempo que perder, y el reloj parece que gira sus manecillas más rápido que en tiempos pasados.


Ya no están los viejos de nuestra niñez, quienes nos apasionaban contando sus historias, las historias de nuestro pueblo, las historias y anécdotas que ellos a su vez escucharon de sus mayores. En aquel tiempo no se tenía conciencia de un marco teórico, ni de una metodología para comprobar la veracidad de los hechos, simplemente eran historias que se contaban a la luz de una vela o aprovechando una reunión familiar, donde cada quien sacaba sus propias conclusiones y decidía si las creía o no.


Este proceso de cambio se aceleró con la inundación de 1973, la que dañó el centro de la ciudad de Encarnación, quedando a merced de los saqueadores, y luego, de los anticuarios que “Hicieron su Agosto” con el dolor ajeno. Al transcurso de los años, ha ido desapareciendo la ciudad que yo conocí. ¡Hasta los templos están siendo despojados de sus obras de arte y demás tesoros!.


Ha sido en los Barrios de Encarnación, donde se ha forjado, con la vida cotidiana, la “Cultura Popular” que tanto admiramos, pero en ocasiones es imposible conservar todo aquello que nos pertenece y nos identifica. Creo que eso también es parte de la ley de la vida. No podemos aferrarnos al pasado, sin embargo este espacio ha sido elaborado para que cada uno de nosotros, “Los Parroquianos de Encarnación”, “Los hijos de vecino”, compartamos nuestras historias y recuerdos, aprendiendo a amar la metamorfosis de nuestra ciudad, que en este paradigmático año 2010 celebra los 250 años de su fundación y conmemora el “Bicentenario de la Independencia” y “Centenario de la Revolución Mexicana”.


¡Metamos todos nuestra cuchara en este Blog. Por que la Historia de Encarnación, son las historias que cuenta y recuerda cada uno de sus pobladores!


Arquitecto Rodolfo H. Hernández Chávez

Cronista de Encarnación de Díaz, Jalisco.